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martes, 7 de septiembre de 2010

Danzábamos alrededor de la pista como dos locos, era la primera vez
en toda mi existencia que me sentía sinceramente especial. Él me
tomaba de la cintura de una forma en la que me demostraba que
siempre me cuidaría, que siempre estaría para mí. Sus ojos iluminados
sedientos de verme. Su boca deliciosa se ajustaba en ocasiones a la
mía...Yo misma me veía como una pequeña muñeca de porcelana
custodiada por su príncipe. Aquel momento duró una eternidad, fue
como si las demás personas hubiesen desaparecido y él y yo
estuviéramos bailando sobre las nubes, con las estrellas brillantes
expectantes hacia nosotros. La luna nos guiñaba un ojo y el sonido de
nuestros pies moviéndose, formaban una melodía romántica.
Emocionada yo coloqué mi cabeza sobre su pecho, él formaba dibujos
enigmáticos con sus dedos sobre mi espalda, después acariciaba mi
cabello y situaba su mejilla ardorosa sobre la mía. Le susurré que lo
quería, le susurré que lo amaba. Me sonrió entusiasmado como si mis
palabras le hubieran inyectado una dosis de júbilo, satisfacción y dulzura...
Más bailábamos y más nos amábamos...

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